15/12/14

SENSACIÓN





Cobijo en mi interior la sensación
de que el agua se oculta bajo la mar
del magma ardiente de la vida,
anhelando la calma después de la guerra,
del topetazo desalmado de la existencia.
Cobijo en mi interior la sensación
de que el sol ciega a las estrellas
en mitad de la concupiscente noche,
temeroso que las caricias tenues de luz
escondan ladinas las penas sentidas.
Cobijo en mi interior la sensación
de que la lluvia alienta al viento,
exhalando trompetas de traición
y rociando de inmundicias la existencia,
mientras el agostamiento rompe mis venas.
Cobijo en mi interior la sensación
de que la sequía suplica a la abundancia,
saturada de sentimientos encontrados,
que deje entrar las ánimas afligidas
por sus esclusas vívidas de sinrazón.
Cobijo en mi interior la sensación
que tú, sí tú, has dejado de quererme.
 
Acuérdate que el próximo 5 de enero volverá Villapalofrío a este blog con un cuento de navidad, para entonces ya será 2015 por lo tanto te deseo feliz año y que pases unas fiestas cuando menos tranquilas. El día 19 de enero volverá una nueva sensación que espero te complazca. Hasta entonces.




.

1/12/14

PERFECCIONISMO


Me parece que definirme como exigente es exagerado. Lo que de verdad soy, es una persona perfeccionista. Imagínate la de veces que he tenido que decirme: “Aguanta Mayuti, que el mundo está lleno de zarrapastrosos y no merece la pena que pierdas los papeles”. Soy tan meticulosa, que todos los domingos logro reunir a comer a mi prole y coloco a mis doce vástagos en el sitio que les corresponde según hayan fastidiado más o menos a la yaya.
¿A qué venía esta comedura de tarro que os he soltado? ¡Ah! Ya me acuerdo. Al campeonato anual de bridge que se celebra en el Real Club de Golf de Villapalofrío. ¿Ya sabréis quién es siempre la ganadora? Por supuesto, una servidora, que invariablemente juega con su elegante perfección. La de ampollas que levanto entre mis oponentes con mí minucioso control del juego. Alguna repugnante se atreve a decir que me dejan ganar para no enrabietarme. Con lo modesta y fervorosa que soy. Voy a hablar del campeonato de bridge y dejarme de tanta lumia repelente.

Mi agotadora preparación comenzaba un mes antes del evento pero, este año, la competición coincidía con la puesta de largo de Piluchi, la hija más simple e irritante que tengo, y al final tuve que entrenarme con dos meses de antelación. Las constantes interrupciones del servicio, pidiéndome que aprobara cualquier estupidez de la dichosa fiesta, eran agobiantes. Mi preparadora personal, la mejor del país, me llamó la atención en multitud de ocasiones hasta dejarme por imposible y abandonarme.  No sabía qué hacer, los años con una persona no son fáciles de suplir. Una sirvienta venida de algún estado del este se ofreció para entrenarme. ¡Qué desfachatez! La despedí al momento y llamé a una coach de Nueva York. Su color me repugnó al principio pero su destreza con la baraja me ganó enseguida. Jamás había conseguido tal grado de dominio del juego. Me hizo sentir más perfecta que la excelencia absoluta.
Estando absorta en mi entrenamiento, vino la egoísta de mi hija a romperme la concentración. A la niñata no le servía la orquesta que sus profesoras de canto y piano le habían seleccionado. Y todo porque había otro grupo donde cantaba cierto mozalbete cuya hermosura había conquistado su necedad de adolescente. Ese era el problema de dejar la educación de tus retoños en manos de institutrices modernas y decadentes. Las clases inferiores, por mucho que hayan estudiado,  jamás están a la altura. Estuve dos noches meditando el asunto hasta llegar a una entente que rozaba la genialidad: contratar al petimetre para que le cantara, con la gran orquesta, algún temilla que otro. Mi hija me dio un beso que resonó en todo el palacio. ¡Qué vulgaridad!

 

El campeonato dio su pistoletazo de salida cuando, supuestamente, estaba arreglado todo lo de la puesta de largo. Me tocó jugar en un grupo inicial de clasificación duro de pelar. Nada que yo no pudiera resolver con mi destreza. Comencé mi participación enfrentándome a Mirta Andrea de Jesús, una miembro de las dos grandes familias de Villapalofrío. Jugar no jugaba un bombón, pero resulta que tenía como entrenadora a la fastidiosa criada del este que yo había despedido. ¡Por todos los cielos! ¿Cómo había logrado dar con ella? Le enseñó todas las trampas del manual y le exigió ponerlos en práctica sin dilación. Logró desconcertarme en grado sumo, perdiendo mi perfección más exquisita. La coach neoyorkina me ordenó desplegar mi caparazón de paz, atacando a la enemiga con una estrategia innovadora. Fue entonces cuando ella gritó “trampa”. Mi caída de ojos arrebatadora, unida al desmayo dolido que ejecuté, hizo que todos los árbitros de la contienda se pusieran de mi parte. Nunca les había caído bien que una criada se codeara con la alta sociedad. A partir de ese momento todo fue coser y cantar.
Lo que no me esperaba yo era que la pelma de la niña no quisiera las flores blancas que le había elegido el ama de llaves. Le hice buscarlas por todas las floristerías de la capital. ¡Desagradecida! Así me pagaba mis desvelos. Mandé a Maruchi, mi hermana solterona, que se enterara dónde conseguir luces de discoteca, serpentinas y globos de colores que sustituyeran a las virginales flores. Lo que no sabía yo era la vena macarra que tenía mi hermana, logró todos mis encargos el mismo día que se los ordené. Tendré que vigilar por donde me anda la muy mosquita muerta.

El gran sábado llegó sin darme cuenta. Iba a alternar entre la gran final de bridge, que por supuesto jugaba, con la puesta de largo de aquella papanatas. Me estaba preparando para iniciar mi deslumbrante fin de semana cuando sonó exasperante el timbre de la verja de entrada a nuestra mansión. Sirenas de coches irrumpieron en los jardines principales de la casa. Policías de uniforme pululaban por todas partes. Traían una orden judicial para registrar mi inexpugnable hogar. El inspector al mando esposó a mi marido como a un vulgar ratero. Mi cónyuge me mandó llamar a sus abogados para que se pasaran por comisaría. No sé muy bien lo que me dijo después. Algo con respecto a una contabilidad B, a una defraudación a hacienda, a cuentas en Suiza y no sé cuántas cosas más. Yo sólo podía que llorar. La mocosa se encargó de todo lo que había mandado su padre. En mi cabeza sólo cogía la idea de que aquellos petimetres podían haber esperado al lunes para que todo hubiera sido perfecto.
 
 
El tercer lunes de cada mes se volverá a publicar en este blog, pero en este caso la poesía, la prosa-poética,..., es decir, lo que denomino sensaciones. No os lo perdáis.

El 5 de enero, lunes, a las 9 de la mañana, se publicará una nueva aventura de Villapalofrío en un año nuevo. Ese día os traeré un delicioso cuento de navidad. ¡Qué os sea propicia!
 
 
.